sábado, 24 de mayo de 2008

David (c)

mi foto pirata del David

Ya son varias las ocasiones en las que me encuentro con la prohibición de filmar y sacar fotos en los museos. Salvo el uso del flash, son actividades completamente pasivas que de ningún modo pueden dañar las obras. Por qué no puedo sacarle una foto al David y usarla de fondo de pantalla? Por qué no puedo filmar la Capilla Sixtina para mostrarle a mi familia cómo la vimos Barbi y yo?

La experiencia de estar en una ciudad, en una fiesta, en un museo, en las montañas, jamás se compara a lo que se ve en la foto. Falta la profundidad, el sonido, el movimiento, sutilezas de la luz, la temperatura, los olores. La filmación de una plaza llena de gente es el 2% de estar ahí. Aunque Nueva York y París sean escenario de cientos de películas, la gente sigue viajando ahí.

Entonces, por qué la prohibición? La gente no va a dejar de ir a los museos porque vea fotos de las obras. Al fin y al cabo, se pueden ver en libros. Incluso la réplica de la estatua de David en su antigua posición en la plaza de Palazzo Vecchio no se compara con el original.

Por lo tanto, no habría una disminución en la cantidad de visitantes museos. Pero tal sí vez bajarían las ventas de pósters, lápices, llaveros y demás parafernalia relacionadas a las obras. Si quiero una buena foto del Juicio Final, compro una postal. Si en cambio mi foto es mejor que cualquier postal (aunque esto lo dudo mucho), por qué tengo que conformarme con algo inferior? Esto es copyright sobre obras de arte que son de dominio público. Es tan ridículo como pretender que nadie saque fotos de la Torre de Pisa o el Obelisco de Buenos Aires.

Además, la fotografía es un acto de creación. Sacar una foto a los dedos destrozados del David es mi interpretación de la obra. Y mi derecho. No tengo por qué conformarme con unos pocos puntos de vista oficiales plasmados en posters, mousepads y calzoncillos.

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